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¡Pasión controlada!

2023-02-17

Entrada 7

Solo en el último año cinco ciudades, miles de personas y policías, el comercio y el buen nombre del deporte más popular del mundo, han estado en riesgo por cuenta de personas que no han visto la gracia del fútbol, pero sí la de la violencia.

El pasado domingo en el marco de la cuarta fecha del fútbol profesional colombiano, un “hincha” del Deportes Tolima, ingresó al campo y golpeó a Daniel Cataño, jugador de Millonarios FC. La historia era de no creer, un jugador de alto rendimiento fue sorprendido por una persona que corriendo con dificultad vulneró los anillos de seguridad que deben contener la protección de los protagonistas de la jornada. Digo ´de no creer´ porque cualquier persona con un mínimo de entrenamiento debería estar en capacidad de haber evitado el desafortunado suceso.

Sin embargo, aunque este hecho fue relevante por el ruido que genera dos grandes equipos del país, no son los únicos acontecimientos, la situación es más común de lo que se cree y no son eventos ajenos a ciudades intermedias o equipos sin historia reciente.

El día inmediatamente anterior, en el departamento de Sucre, las calles de Tolú y sus habitantes fueron testigos de una riña de más de 200 personas entre hinchas de Jaguares y el Atlético Bucaramanga, la disputa dejó una persona fallecida. Y así, podemos quedarnos contando más casos, de diferentes personas, pero con el mismo sentido de violencia.

Es una locura lo que pasa cuando no hay conciencia de paz, pero también cuando no hay control. Actualmente, la Policía Nacional está a cargo de la seguridad de los estadios, eventualmente cuentan con el apoyo de empresas logísticas y en algunas ocasiones con la seguridad privada. No obstante, parece no ser suficiente y las empresas de vigilancia y seguridad privada pueden ser un aliado importante para contener la pasión y la emoción del deporte rey.

Y con esta premisa, vale la pena plantearse algunas preguntas sobre el manejo de seguridad que hoy se presta en los templos del fútbol. La Policía no cuenta con el pie de fuerza necesario para atender toda la criminalidad que invade el territorio nacional, ¿por qué reunir en el mismo espacio hasta 1.200 patrulleros? Qué pasa entonces con la seguridad del resto de las ciudades. En la jornada de clásicos se dispusieron 7.000 hombres de la fuerza pública en siete capitales, ¿esta dinámica que pretende garantizar la seguridad no deja vulnerable el resto de espacios que también necesitan ser protegidos?

La Policía no debería perder fuerza de acción o no en su totalidad, por estar resguardando eventos de índole privado. Adicionalmente, con el apoyo de seguridad privada, se generaría más empleo en las ciudades que reciben los 20 equipos de la primera categoría, incluso los de la segunda división.

Pero no todo es tan sencillo, y en eso los representantes de la industria de la seguridad privada tendremos que sentarnos a buscar soluciones de la mano de los entes territoriales, el gobierno nacional y por supuesto, los empresarios y directivos del fútbol.

Nos enfrentamos principalmente a tres retos: el primero, las facultades para el control del orden público; el segundo, sobre la contratación especializada para eventos que se desarrollan con una frecuencia de solo una o dos veces por semana; y el tercero, sobre los costos adicionales que puede generar la contratación de servicios privados. De todas maneras, vale la pena hacer el análisis de qué tan caro resulta para las ciudades concentrar la seguridad pública en espacios reducidos, descuidando el resto de las mismas.

El camino no es sencillo, pero el debate hay que ponerlo sobre la mesa. La seguridad privada tiene la voluntad de hacerlo y esperamos que los demás actores también lo contemplen. Los retos están, pero las soluciones también, en Europa, por ejemplo, hay casos de éxito sobre la misma problemática.

¡Qué no se detenga la pasión, pero sí la delincuencia!

 

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